Pocas series se atreven a cuestionar lo que creemos sobre el mal, la culpa y la posibilidad de redención. Enemigo Público (2016), la producción belga de Matthieu Frances y Gary Seghers, es una de ellas.
Y, desde su primer episodio, plantea un dilema que toca de lleno la psicología del mal.
La historia parte de un caso extremo: un pederasta que, tras cumplir condena por asesinar a varios niños, es acogido en una abadía porque nadie quiere tenerlo cerca.
No es una serie cómoda.
Pero justamente por eso invita a pensar.
¿Puede un depredador sexual reinsertarse en la sociedad?
La serie abre una pregunta difícil, casi tabú:
¿Dónde está la frontera entre lo “irredimible” y lo que simplemente tememos mirar de frente?
Como psicóloga, sé que detrás de cada acto hay una arquitectura compleja: impulsos, historia personal, carencias tempranas, estructuras profundas de la personalidad. Pero también existe una zona opaca, esa línea que separa el pensamiento del daño real, el impulso del acto.
Ahí es donde empieza el debate incómodo.
La psicología del mal y el dilema de la redención
Tras ver la serie, surgió una pregunta que me cuesta soltar:
¿Puede cualquiera matar si siente amenazada su estabilidad, su identidad o la vida de alguien a quien ama?
En personas sin parafilias ni patologías graves, la violencia extrema suele aparecer ligada a decisiones límite: defensa, protección, desesperación.
Hablamos de elecciones que revelan lo que somos cuando todo tiembla.
En los pederastas, en cambio, hablamos de otra cosa: una tendencia que forma parte de su estructura psicológica, un patrón que puede modularse, pero rara vez eliminarse. Según la American Psychological Association, la evaluación del riesgo y la estructura de personalidad es clave para entender este tipo de conductas (fuente: https://www.apa.org).
La serie, sin querer dar respuestas cerradas, coloca ambas realidades frente a frente:
la del mal estructural y la del mal circunstancial.
Comprender no es justificar: el límite ético
Quizá el verdadero interrogante no sea si el mal puede redimirse, sino si somos capaces de comprender sin justificar, mirar sin huir, perdonar sin borrar lo sucedido.
Ese matiz —el de la humanidad frente a lo monstruoso— es el punto más inquietante de Enemigo Público.
Y también el más profundamente humano.
“El mal no siempre se hereda.
A veces se elige.
Otras… simplemente se revela.”
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