Hay un dicho popular que, con la sutileza acumulada durante generaciones, reza así: «Tanto me quieres, que me jodes». Resume en seis palabras la idea ancestral de que el ‘exceso’ de apego puede resultar agobiante, atenazador y, a la larga, poco beneficioso para el ‘amado’. Y es aplicable a todo tipo de relaciones afectivas, no sólo las románticas. Miren por dónde, esa refinada aseveración está avalada por las tesis de algunos de los intelectuales más brillantes de nuestros días (que vienen a decir lo mismo sin utilizar la palabra con jota). La famosa socióloga francoisraelí Eva Illouz, cuyos libros sobre el amor y los lazos entre parejas son auténticos ‘best sellers’, ha manifestado recientemente en medios internacionales que «la intimidad constante y continua no es soportable para la mayoría de las parejas».
Según explica, muchas relaciones se fundamentan en el hecho de que los dos miembros de la pareja «toman caminos diferentes durante el día». Es decir, ambos disponen de su tiempo lejos del otro y también de sus horas de intimidad para disfrutar juntos. ¿Qué ocurre cuando este ‘equilibrio’ se rompe, por ejemplo por un confinamiento –como el del año pasado– o porque estamos de vacaciones, y afrontamos sin ‘respiraderos’ 24 horas al día con la pareja? Pues pueden pasar dos cosas: que ambos vivan esta situación como un paraíso y un regalo o, por el contrario, que estallen conflictos que llevaban tiempo gestándose y que permanecían ‘enterrados’ bajo una buena capa de rutina y separaciones diarias. Ahí están los datos: tras el confinamiento aumentaron más de un 20% los divorcios y muchos estudios indican que tras las vacaciones estivales también es ‘temporada alta’.
Parejas mimetizadas
Esto de las relaciones es como el juego de las siete y media, que ‘o te pasas o no llegas’, como recordaba jocosamente ‘La venganza de Don Mendo’. Es vital mimar los momentos de intimidad, pero si esta se vuelve constante… «Son necesarios los momentos para nosotros mismos y los ratos para socializar y estar con amigos y familia, es decir, para mantener nuestros círculos sociales y nuestra propia intimidad personal», advierte la psicóloga Gema Sánchez Cuevas. Según recalca, no es recomendable que nuestra atención y nuestro tiempo se enfoquen al 100% en nuestra pareja. «Porque, entonces, ¿Dónde estamos nosotros? Llega un punto en el que casi somos unos desconocidos para nosotros mismos», alerta.
Y otra consecuencia de estar todo el día juntos: algunas parejas se acaban mimetizando. ¿Saben ese dicho que dice que las mascotas acaban por parecerse a sus dueños? Pues entre personas que pasan mucho tiempo juntas ocurre igual. «Es normal que las parejas se adapten y asuman ciertas cosas en conjunto, pero hay que seguir preservando la propia individualidad». Según indica Sánchez Cuevas, existe un tipo de pareja que establece lo que se conoce como relaciones simbióticas. Es decir, que hacen todo juntos y nada separados. Sus miembros se comportan como si fueran uno solo. «Podríamos decir que están ahogados en el ‘nosotros’ y no existe nada más. Han perdido su individualidad, lo que conlleva también la pérdida de parte de su identidad –afirma Sánchez Cuevas–. El problema aquí son las creencias y las conductas que mantienen esta relación, como pensar que amar es necesitar, el hecho de responsabilizarse constantemente del dolor del otro, la pérdida de libertad e incluso las inseguridades y la baja autoestima. Hay que tener claro que la pareja no puede ser nuestro salvavidas y que somos responsables de nosotros mismos».
El exceso de horas juntos –por ejemplo, en el caso de parejas que trabajan en la misma empresa– puede provocar, salvo en honrosas excepciones, «agotamiento, roces, la continuación de las discusiones e incluso puede afectar a la productividad, es decir, tiene cierto coste emocional, sobre todo si no se sabe separar bien el trabajo de la pareja». De hecho, hay gente que no se relaciona igual con sus compañeros de trabajo si sus parejas están presentes.
Aquí es importante mencionar que, aunque a la mayoría de las parejas no les viene del todo bien este ’24 hours non stop’, hay otras a las que «la intimidad constante no les supone ningún inconveniente», añade Sánchez Cuevas. La psicóloga y socióloga Alicia López Losantos comulga más con esta postura. Para ella, si una pareja tiene problemas cuando está a solas mucho tiempo, es mala señal. «Si una pareja entra en conflicto serio en el confinamiento o en vacaciones por estar juntos todo el tiempo, quizá haya que revisar por qué», advierte. ¡Es que toooodo el día juntos! ¡¿Quién lo aguanta?! «En vacaciones es muy frecuente que las parejas discutan. Y es porque su relación funciona en algunos aspectos, pero no saben divertirse juntos, sin otra gente alrededor, ni tienen una relación de amistad, ni mecanismos para compartir la alegría o el ocio. Y tampoco saben respetar el tiempo de su pareja con otras personas si es que lo necesitan», subraya López Losantos. Según ella, eso no es una pareja «aunque ambos hayan asumido que lo es». Y de ahí vienen muchas engañifas. Para ‘rascar’ tiempo con los amigos, nos inventamos de todo y mentimos. «Es lamentable tener que estar así. Se hacen hasta chistes en Tik Tok y se crean estereotipos, pero es muy serio», apunta López Losantos, quien recuerda la historia de un grupo de hombres que dijeron a sus esposas que iban una semana de caza y en realidad pensaban ‘huir’ a Santo Domingo. Los pillaron y acabaron saliendo en la prensa. «Si tienes que andar así, mal vamos. La confianza es lo fundamental».